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Jetlags emocionales

  • Foto del escritor: Ruben Santos
    Ruben Santos
  • 26 jul 2024
  • 2 Min. de lectura

Siempre que vuelvo de un viaje largo, experimento un jetlag emocional bastante marcado. Primero, el golpe de realidad que nos da nuestro aeropuerto, que nos recibe de manera tan desastrosa. Sin embargo, paso una semana bastante emocionado, lleno de ideas y motivaciones que la energía del viaje me pudo dar. Pero la semana después de esa semana, caigo por completo en la realidad. Esa semana para mí es muy difícil a nivel laboral, porque dejo de tener ideas, se me nubla la creatividad y necesito otras fuentes de inspiración para poder tener de nuevo lucidez creativa.



Después de nuestro viaje a Europa, las dos semanas posteriores me sentía muy desmotivado, por lo que agarré el teléfono y empecé a buscar destinos cercanos y al azar. Por precios pensé en México, pero Gloria también quería ir y no tiene visa mexicana, por lo que sin pensarlo le dije: "Vamos a Colombia" y ahí miramos cómo nos arreglamos. Pagamos impulsivamente el boleto para cinco días después. Nos montamos en un avión con solo nuestras mochilas y un equipaje de mano para estar una semana en Bogotá.

Visitamos los lugares que quisimos y al ritmo que quisimos.








Fuimos al Jardín Botánico, un lugar maravilloso lleno de naturaleza y de información que me sirvió como fuente de inspiración para el uso de color. Allí recordé que lo que nosotros vemos como colores "armónicos", todo aquello que estamos acostumbrados a ver en la naturaleza, es por eso que al ver tantas paletas de color, me ayudó a entender esas mezclas únicas.


También tuvimos la oportunidad de trabajar en el co-working más grande de Bogotá, donde había cerveza gratis todo el día.



Visitamos la Catedral de Sal, una impresionante estructura bajo la profundidad de Zipaquirá. Pasamos una noche en Andrés Carne de Res, disfrutando de una experiencia gastronómica y cultural única. Subimos al Cerro de Monserrate en un funicular, donde disfrutamos de vistas panorámicas de la ciudad. Exploramos el mercado de pulgas en Usaquén, donde hicimos algunas compras impulsivas y cenamos en la Zona Rosa.

El Museo de Botero nos enseñó que la estética se puede redefinir, inspirándonos con su visión única del arte. También estuvimos en el centro en el Día de la Independencia, de pura casualidad. No sabíamos que era el Día de la Independencia, pero conocimos la historia del famoso jarrón, donde aprendimos cómo una pequeña discusión puede escalar a una revolución.



Este viaje a Bogotá fue una mezcla perfecta de trabajo e inspiración, ayudándome a salir del bache creativo en el que me encontraba. A veces, todo lo que necesitamos es un cambio de escenario y la oportunidad de ver el mundo desde una perspectiva diferente.



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